Belleza
en tu tristeza.
Ayer
que te miré ceñida
a
los secretos de tu pensamiento,
sobre
ti misma vencida
la
luz serena de tus ojos,
no
me importó contemplarte
largo
rato en silencio,
si
hablaban por si solos,
tus
dulces labios rojos.
Con
tanta gracia,
se
deshojaban tus pensamientos.
Y al
instante
Fueron
náufragos en tu rostro.
Y en
el navío de tu ira intermitente,
Fueron
ahogados
Por
tu sentimiento en lo más hondo.
Pocas
palabras
se
mecían en tus labios melancólicos,
sin
que yo les forzara a salir.
Y
aunque los prefería callados,
Porque
eran para mí, así, edénicos.
Decidí
saber cuánta tristeza aprisionaban
y
cuanta pasión guardaban para mí.
Y
acompañe luego
tus
incontrolables ganas de mirar
las
estrellas de otros dueños.
Y al
contemplar vacío,
el
espacio en que se hallaba la tuya,
te
invadió la nostalgia,
que
sintió vergüenza luego,
cuando
al crepúsculo,
saboreó
tu renuncia.
De
esto, hace apenas algunas horas.
Ves,
como te saluda
esta
mañana iluminada y bella.
Deja
que mis manos
con
propiedad te conduzcan,
para
contemplar por siempre,
ese
imponente sol, que es nuestra estrella.
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