El silencio
Después de tantos sufrimientos
que mi pupila enturbecieron,
viendo la tierra amarga en donde envejecieron
mis llantos, como pensamientos,
llamóme lejos del Osario,
tras de lo largo del camino,
la música valiente de un clarín divino,
alzó hacia Dios sus tristes ojos
descoyuntados por la suerte,
abrió la flor repleta de su sueño inerte
y contempló puesto de hinojos
a un ángel pálido que —en una
gracia infantil de místicos sollozos—
cortaba ramos de perfume luminosos
con la cuchilla de la Luna.
Después de tantos sufrimientos
que mi pupila enturbecieron,
viendo la tierra amarga en donde envejecieron
mis llantos, como pensamientos,
llamóme lejos del Osario,
tras de lo largo del camino,
la música valiente de un clarín divino,
alzó hacia Dios sus tristes ojos
descoyuntados por la suerte,
abrió la flor repleta de su sueño inerte
y contempló puesto de hinojos
a un ángel pálido que —en una
gracia infantil de místicos sollozos—
cortaba ramos de perfume luminosos
con la cuchilla de la Luna.
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