sábado, 21 de diciembre de 2019

SAUL IBARGOYEN





Los pájaros



Ladran los pájaros
en el aire clausurado.
Llegan los pájaros
con sus plumas de gorrión
o de gaviota.
Solamente pájaros
arrastrando su vuelo
detrás de gritos y chillidos
que brotan del desorden.
La mañana es una piel luminosa
con agrios perfumes
de basurales abiertos.
Y este Sol de ahora
es todavía el mismo color
del Sol que tocamos ayer:
rojo como lengua de pájaro
ocre como corazón de pájaro
amarillo como hígado de pájaro
blanco como silencio de pájaro
transparente como muerte
de pájaro que muere
en medio de su canto calcinado.
Ladran los pájaros
al entrar
en la quietud del viento.
Cada punto del cielo
se cierra como una boca amarga.
Y este dolor de brazos
de sopesadas vestimentas
de invencibles zapatos
de ojos irrenunciables
de jugos cotidianos
permanece en nosotros largamente:
somos más que una rápida sombra
más que el calor
de nuestros pies sobre la calle:
pájaros tal vez
de lo terrestre profundo
pájaros que viajan
levantando en el pico
un pedazo de hombre ensangrentado.




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